miércoles, 12 de enero de 2011

LA MUJER HABITADA (...habita en mí… )

Me gusta ir conociendo a Gioconda de a poco… sentarme a leer cada capítulo de la novela, fue como un despertar. Fue un cálido encuentro entre ella, Itza, Lavinia y yo. Tengo el permiso de leerla sin apuro; pero sus historias urgentes despiertan en mí la mujer que “me habita” Esa mujer, siente responsabilidad por lo que sucede a su alrededor: el mundo todo. Siente el deseo de poner sus manos al servicio de la humanidad. Quizás en algún país lejano, quizás en alguna tierra cercana. Esa mujer se preocupa por los demás. Hace ( dentro de sus posibilidades). Pero siente que no alcanza. Siente culpa. Porque “ no alcanza”…

Siento que Lavinia, “ habita en mí”:..

Al amanecer emergí… Extraño es todo lo que ha acontecido desde aquel día en el agua, la última vez que vi a Yarince. Los ancianos decían en la ceremonia que viajaría hacia el Tlalocan, los jardines tibios de oriente —país del verdor y de las flores acariciadas por la lluvia tenue— pero me encontré sola por siglos en una morada de tierra y raíces, observadora asombrada de mi cuerpo deshaciéndose en humus y vegetación. Tanto tiempo sosteniendo recuerdos, viviendo de la memoria de maracas, estruendos de caballos, los motines, las lanzas, la angustia de la pérdida. Yarince y las nervaduras fuertes de su espalda.

Primer párrafo de “ La Mujer habitada”



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